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Lliria, Valencia, Spain

domingo, 18 de julio de 2010

Idioma


Confié en unos amigos que acababan de adoptar a una niña china y me dijeron que en las ciudades te podías entender perfectamente en ingles; así que partí hacia China confiando en mi rudimentario ingles y un libro de pinyin (trascripción fonética del chino al alfabeto latino) que me dejaron.

En el avión a Beijing (14 horas) mi simpática compañera (china residente  en holanda) ya me adelantó lo que me esperaba: en China, fuera de las cuatro grandes ciudades industriales, casi nadie sabe decir en ingles más allá de hola y adiós, y desconocen completamente el pinyin, son incapaces de leerlo y es imposible que te entiendan al pronunciarlo.

El principal motivo es que cada signo lo pronuncian con cuatro tonos, y cada tono implica un significado completamente distinto, por ejemplo, “ma” según el tono significa: mama, cáñamo, caballo o insultar. Si intentas pronunciar una frase de cuatro palabras, calcula lo que pueden entender.

Mi primer día en Beijing desveló que la información correcta, para mi desgracia, era la de mi compañera de avión y no la de mis amigos. Me entendí en ingles con la chica de información y turismo del aeropuerto que llamó a un taxi para ir a mi albergue, y a partir de entonces la completa oscuridad, imposible entenderse con nadie, ni taxistas, ni policías, ni jóvenes, ni viejos, ni carteles, ni señales; por delante se extendían tres inmensos meses de comunicación por signos.

A esa maravillosa herramienta logré unir: un diccionario Chino-español en caracteres chinos; mapas en caracteres chinos (a una escala similar a los que yo llevaba) y dos folios de frases hechas que redacté en el albergue con la ayuda de las chicas que trabajaban allí y viajeros que ya habían pasado por esa situación. Tres meses después, cuando fui capaz de comprar el billete de vuelta a Beijing en la estación de Jiauyiguan, hablando en chino, no podía controlar mi emoción.

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